La segunda guerra mundial provocó un número escalofriante de muertos. A parte de los provocados por la propia guerra, se produjo una matanza étnica contra los judios, un holocausto. Durante el viaje que realicé a Praga y Budapest observé que estas cicatrices están prensentes en muchos sitios. Desde España la segunda guerra mundial se vivió en dictadura, pero el ruido de los tanques no llegó hasta aquí. Sin embargo en pleno centro de Europa, Praga y Budapest se vieron invadidas por los nazis, en el núcleo de la contienda.
Se han escrito ríos y ríos de tinta sobre la segunda guerra mundial y existen miles de pequeñas historias sobre la vida de personas que sufrieron este horror. El monumento de los zapatos en las orillas del Danubio realizado por Gyula Pauer y Can Togay nos hace recordar una de esas historias. Son una alegoría de lo que quedó de los judios en Budapest al ser asesinados y arrojados al río. Podéis profundizar más en la historia de los judios en Budapest en este blog.
En Praga también vimos alguna muestra del horror. Visitamos la sinagoga Pinkas en la que existe una exposición de los dibujos que realizaron niños judios en el campo de concetración de Terezín. Este campo de concentración era un escaparate nazi y un lugar de paso para las familias judías que allí encerraron. Esto hizo que el ambiente del lugar fuera más familiar y hubiera actividades culturales como teatro, biblioteca, pintura… Pero el destino final de estas familias sería Auschwitz. La maestra Dicker antes de partir escondió miles de dibujos y poemas, y estos son expuestos en el Museo Judio de Praga ubicado en dicha sinagoga. Las paredes de la sinagoga están llenas de los nombres de los judios muertos durante la segunda guerra mundial.
Estas historias hacen que tengamos que reflexionar de lo que pasó allí y mantenerlo en el recuerdo para que no vuelva a pasar. El día que olvidemos este horror estaremos en riesgo de repetirlo.
