La fotografía documental ha sido uno de los movimientos más importantes de la historia de la fotografía. Desde sus inicios la fotografía ha tenido el afán de servir de testigo del paso del tiempo. El documentalismo social ha sido parte muy importante de este movimiento.
Desde los primeros documentalistas sociales Smith & Thomson, pasando por Jacob Riis, Lewis Hine, la FSA en la gran depresión, la posterior fotografía humanista con la exposición «The Family of Man» o el nuevo documentalismo de Robert Frank, Garry Winogrand, Lee Friedlander y Diane Arbus. Algunos de estos movimientos siguen activos, evolucionando a fotografía más íntima a partir de los años 70 con Larry Clark, Nan Goldin o Richard Billingham. Hasta llegar al auge actual de los movimientos de fotografía callejera, y que en parte han heredado este espíritu de documentar la sociedad. Pero la fotografía de calle no debería ser un fin en sí misma. Cualquier fotografía de unos peatones cruzando un paso de cebra no tiene un valor documental, ni social, no transmite un mensaje por si solo.
Después de llevar mucho tiempo haciendo fotografías te das cuenta que lo más importante y lo que menos se enseña es a transmitir un mensaje en tus capturas. Y muchas veces es más difícil aún saber que mensaje quieres realmente plasmar y que éste sea coherente. Fotografiar en la calle puede ser un estilo de hacer fotografía pero debe contarnos una historia, transmitirnos una idea.
La fotografía que os presento hoy aquí me gusta porque para mi representó un antes y un después al hacer fotografías en la calle. Estábamos en la fiesta de la vendimia en Toro tomando algo con unos amigos y como es habitual con la cámara colgando del hombro. Vi a este grupo de músicos, me adelante para hacer la fotografía y uno de ellos me regaló este gesto de templanza. El ambiente de fiesta y los peatones hicieron lo de más. Espero que os guste la fotografía.
